La vida es… no sé, nunca pensé que me tocaría definirla. Supongo que me  he acostumbrado a abrir los ojos cada mañana y no preguntarme por qué  sigo respirando un día más. Te levantas y el frío te cala en los huesos,  se eriza la piel y el sol deslumbra tu vista. Solemos rascarnos los  ojos y apartarnos el pelo de la cara. Después de esto me gusta coger una  buena bocanada de aire y notar como mis pulmones se hinchan de  existencia.
Viajo, camino y conozco a cientos de personas cada día.  Las calles son grises, ruidosas y atolondradas y la gente parece estar  ocupada acumulando pensamientos en el cielo, que últimamente amenazan  lluvia. Pero yo camino tranquila y miro los rostros de la muchedumbre y  si alguien me devuelve la mirada intento entender su corazón. Me  pregunto quién será y qué siente. Y más allá de lo que reflejen sus ojos  veo vida. Estamos plagados de ella, allá donde voy encuentro océanos y  universos de vida. Está en los pasos de la gente, en su aliento, el  viento revolviendo cabellos, el pestañeo continuo, la comisura de los  labios, el roce de la mano con la barandilla, las prisas por coger el  metro, el sonido de emergencia, los ‘buenos días’ espontáneos y el sabor  del primer trago del desayuno.
Abunda en sobremanera, tanto que  corres peligro de acostumbrarte y no saber valorarla. Simplemente está  ahí, como todo y crees que no puede irse a ninguna parte. En cierto  modo, la vida nunca te abandona. Eres tú quien la olvida. Yo he tenido  épocas en las que he estado apunto de olvidarme de ella. De repente el  mundo era completa rutina y no me ofrecía nada, por lo que no me paraba a  vivir. Me dedicaba a seguir existiendo día tras día. Pero ahora todo es  distinto, ahora hay imágenes que me impactan, sonidos que me despiertan  y semáforos en ámbar que me hacen dudar entre cruzar la calle o  esperar. Adoro cada gesto y cada latido que proceso  involuntariamente . Me alegro a cada instante de estar viva ahora mismo.Los semáforos en ámbar me hacen dudar entre cruzar o no y aunque indiquen un peligro, nunca podrán detener mi momento.
 
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