lunes, 19 de diciembre de 2011

La derrota no tiene nada que ver con ser vencido.
La derrota tiene que ver con el sabor del suelo, con granos de arena en los labios, con respirar a ras de arena. La derrota tiene que ver con el camino, con los horizontes perdidos, con las canciones olvidadas, con los gestos aprendidos sin querer. La derrota sabe a sombra, a filtro que se quema en un cenicero atiborrado de colillas, a café de dos días. La derrota se aprende, te castiga, te sigue, te despierta, te vacia. La derrota se lleva en las lágrimas que saben a sudor y que no lloras, en los malos recuerdos, en los sueños sin recuerdo, en los bolsillos llenos de arena de playas que no existen. La derrota es un reloj parado, un paraguas al revés, un coche viejo, una mirada lejana, una despedida que se alarga.
Pero no tiene nada que ver con ser vencido

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