domingo, 27 de noviembre de 2011

¿Alguna vez habéis tenido uno de esos días terriblemente nefastos, de esos que no queréis recordar ni un poco?
Yo sí, y creedme, nefasto se queda corto.
Si algo me ha enseñado el tiempo, es que corre tan deprisa que muchas veces nos pilla con la guardia baja, y de repente un día viene a nuestra mente: "Joder, ¿ya estamos en Navidad? ¿Pero qué ha pasado... ya es verano de nuevo? y así sucesivamente. Por eso, se agolpan en nuestra mente fechas y más fechas importantes, o significativas.
No se si he comentado alguna vez mi selectiva memoria, pero sólo me acuerdo de cosas que a nadie le parecen significativas, o importantes. Sólo las que me lo parecen a mí, que no suelen coincidir con el resto de la humanidad.
Creedme cuando os digo que de un tiempo a esta parte he descubierto la mejor manera para luchar contra esos recuerdos que sólo yo miro de reojo, y que algunas veces tienen que ver con esos días nefastos: permitirme el lujo de celebrarlo.
Celebrarlo con los recuerdos más bonitos que mi mente (y su correspondiente corazón) pueden encontrar.

Eso es ser valiente, y eso es curarse.

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