Jamás creí en el destino, realmente, jamás creí en nada que no controlara yo, pero ahora sé que algo existe, algo que me ha unido a ti para siempre, que ha querido que te conociera y que te amara, y lo más importante, que tú también me amaras a mí.
Hace un año no podía imaginar que transcurrido ese tiempo iba a sentirme así. Cuando hace un año me sentía sola, dando palos de ciego, sin saber que camino escoger, sin saber que mi destino ya se estaba forjando ajeno a mí, que tú ya existías en otro sitio y que me estabas esperando, sin saberlo, al igual que yo te esperaba a ti, inconsciente, indecisa, decepcionada. No quería volver a oír ni palabra de un hombre, quería alejarme de todo sufrimiento y sobre todo quería olvidar lo sufrido. Una cadena que pesaba demasiado para que la llevara una sola persona, débil como estaba yo. Pero decidí seguir adelante, decidí levantar la cabeza y asumir que me esperaba un futuro mejor, sin saber que ya existías.
La desesperanza fue dejando sitio poco a poco a la ilusión, a la que tú me brindaste desde el primer día. Jamás olvidaré esas cosquillas que subían por mi tripa y por mi espalda hasta mi cuello, cada vez que pensaba en ti. Ni hablar de cada vez que te veía, y ese te quiero que afloraba en mis labios pero moría antes de ser pronunciado por miedo al rechazo. Pero aquella noche, cuando la magia de la pasión nos envolvía y mis labios no pudieron reprimir más las palabras que ansiaba expresar, y tú oír. Ese instante fue el fin del miedo, de la desilusión y del desamparo, ese instante en el que me estrechaste contra ti me sentí por fin segura, mi lugar en el mundo era ese: junto a ti. Y no me equivocaba, el tiempo lo confirmó.
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