martes, 22 de noviembre de 2011

Caricias en tu espalda

Jamás creí en el destino, realmente, jamás creí en nada que no controlara yo, pero ahora sé que algo existe, algo que me ha unido a ti para siempre, que ha querido que te conociera y que te amara, y lo más importante, que tú también me amaras a mí.
Hace un año no podía imaginar que transcurrido ese tiempo iba a sentirme así. Cuando hace un año me sentía sola, dando palos de ciego, sin saber que camino escoger, sin saber que mi destino ya se estaba forjando ajeno a mí, que tú ya existías en otro sitio y que me estabas esperando, sin saberlo, al igual que yo te esperaba a ti, inconsciente, indecisa, decepcionada. No quería volver a oír ni palabra de un hombre, quería alejarme de todo sufrimiento y sobre todo quería olvidar lo sufrido. Una cadena que pesaba demasiado para que la llevara una sola persona, débil como estaba yo. Pero decidí seguir adelante, decidí levantar la cabeza y asumir que me esperaba un futuro mejor, sin saber que ya existías.
La desesperanza fue dejando sitio poco a poco a la ilusión, a la que tú me brindaste desde el primer día. Jamás olvidaré esas cosquillas que subían por mi tripa y por mi espalda hasta mi cuello, cada vez que pensaba en ti. Ni hablar de cada vez que te veía, y ese te quiero que afloraba en mis labios pero moría antes de ser pronunciado por miedo al rechazo. Pero aquella noche, cuando la magia de la pasión nos envolvía y mis labios no pudieron reprimir más las palabras que ansiaba expresar, y tú oír. Ese instante fue el fin del miedo, de la desilusión y del desamparo, ese instante en el que me estrechaste contra ti me sentí por fin segura, mi lugar en el mundo era ese: junto a ti. Y no me equivocaba, el tiempo lo confirmó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario